viernes, 12 de diciembre de 2014

EL RELATO DEL SEÑOR SAMUEL

Imagínese usté que un día cualquiera, en el calor infernal del mediodía, lleguen dos tipos armados en una moto y el de atrás lo amenace con una pistola de esas bien grandes pa’ quitale las cositas que uno consigue con tanto esfuerzo, ¿qué haría usté? Porque, y que me perdone Dios pero, yo espero que los tipos me den la espalda y ahí le van uno, dos, tres y hasta cuatro tiros si tengo un revólver en la mano: pan, pan, pan, pan; ná’ más es que me pase lo que le pasó a Petrona y ya te digo.

Ese día colgué la hamaca ahí, debajo de los palos de mango y, cuando iba a comenzá la siesta como Dios manda, escuché unos gritos como de mujé violá y me espanté de una vez. Uno de los tipos le decía, en medio del forcejeo, que le entregara el bolso y ella “que no le entregaba ná’ porque eso no era de él, y que lo soltara porque se iba a poné a gritá”; y él “que me lo entregues porque te meto un tiro”, y así se la pasaron como por cinco minutos, los mismos que yo utilicé pa’ planear la emboscada y hacé que esos dos no se salieran con la suya: primero entré lentamente a la casa a buscá un machete viejo y oxidao’ que tengo abajo e’ la cama por si las moscas, y que puede que no mate de la cortá que hace pero sí del tétano hijuemadre que da después; y luego, cuando salí, caminé por entre los matorrales sin que me vieran, y cuando menos lo esperaban, ¡zas!, ahí le fueron los machetazos en la mano derecha, que era donde tenía la pistola, y cuando la soltó, ¡cataplén!, enseguida una palera de padre y Señor mío que lo hizo acordá del día que su madre lo parió. Y el otro, como tenía la moto prendía, se voló por donde más fácil vio el camino, como una estrella fugaz, sin podé hacé ná’ porque no llevaba arma con qué defendese.

Después, llamé a los vecinos pa’ que sacaran sus trancas y le dieran garrote hasta que llegaran las autoridades que, por cierto, siempre llegan después de pitos y cuando la vaina se ha acabao’; así que nos daba tiempo de dale unos cuantos tatequietos pa’ que respetara lo ajeno. Y, por último, nos sentamos en la esquina y nos pusimos a hablá de lo que había pasao’; lo cierto es que, cuando quise abrí los ojos, salí del letargo y reaccioná pa’ corré pa’entro a buscá el machete, los tipos ya iban pa’rriba como alma que lleva el diablo, con el bolso en la mano, azaraos y mirando pa’ todos laos. Lo único que pude hacé fue seguilos con la mirada hasta que el doble de la esquina se los tragó por completo, y consolá a la pobre Petrona que lloraba y hablaba más que mujé dejá en tiempo e’ fiesta.

sábado, 15 de noviembre de 2014

NO ES LO MISMO

No es lo mismo escuchar la lluvia caer sobre el tejado y que tú no estés aquí, no es lo mismo ver el mar tragarse al sol en una tarde cualquiera y no contemplar tu silueta, y sólo ver brillar tu ausencia; no es lo mismo acostarse en el lecho y no sentir tu cuerpo, tus labios, tu piel. No es lo mismo amarte a la distancia, no es lo mismo, y por encima de esto te amo. Por encima de todo te siento en mis días callados, en mis horas tristes, en mi soledad prematura, en los viajes vespertinos de días grises. Te siento en mi corazón, en lo más arcano de él, en mis pensamientos, en el candor de los niños, en la melodía de los pájaros. Y te amo, sobretodo te amo; porque si no lo hiciera, iría a parar al lugar donde nunca quise que estuvieras, a donde el dolor es algo común y las lágrimas el pan de cada día, a donde el silencio es el dueño de todo, hasta de mí. 

No es lo mismo mirar salir el sol por aquella ventana y no verte aparecer en la puerta, risueña y semidesnuda; así como tampoco es lo mismo ver florecer las plantas mientras mi corazón se marchita de tristeza, y entonces me pregunto, ¿cuánto he de padecer en este mundo de penas? ¿Cuándo he de hallarte nuevamente en la habitación de la luz tenue? Y descubro que jamás, que nunca jamás porque tu armoniosa voz de soprano se calló de una vez por todas, porque tus ojos color aguamarina dejaron de reflejar el océano en tu rostro, porque tu cabello largo, como aquellos días silenciosos donde solíamos platicar agarrados de la mano, ha sido cortado como el tallo de aquel árbol; porque te has ido para siempre, para nunca volver. 

No es lo mismo ahora que antes. Porque antes hablaba de ti con profunda alegría, mas ahora me toca hacerlo con tono lastimero; porque era mejor visitarte en tu hogar, que hacerlo en tu tumba. Porque de todos los recuerdos, éste es el que más me ha marcado.

martes, 29 de julio de 2014

MEMORIAS DE UN HOMBRE ETERNO

"La muerte es 
Una tediosa experiencia; 
Para los demás, sobre todo 
Para los demás." 
Lunes 18 de febrero. La Tregua. 


Sábado 31 de mayo de 2014. Un día para no olvidar. Los 31 de mayo siempre han sido días en los cuales me alegro yendo a celebraciones de cumpleaños, jugando algún deporte o juego de mesa con mis amigos, o haciendo cualquiera otra actividad de mi vida cotidiana. Esta fecha, aunque alegre por un lado, no saldrá de mi mente jamás, ni siquiera volviendo a nacer. 

Ese día, en el que yo debí estar contento y con una sonrisa en mi boca, no conseguí hacerlo; al contrario, sentí aquel duelo inevitable entre el dolor y la alegría donde el primero se impuso con gran ventaja ante el segundo, y vi oscurecer la tarde mientras mi corazón se arrugaba por el lamento. Recuerdo que para entonces ya estaba comprometido con un baile en un teatro cualquiera para presentar la Promoción de Mai, mi niña, y ya no podía dar marcha atrás. Claro, esta no fue la razón por la cual no me regocijé con una buena salsa, un pudín, un gorro de cono, y un montón de confetis en mi cabeza, no. Hubo algo más, una noticia que nadie quiere escuchar, una voz que a veces se quiere callar a la fuerza para nunca tener que enterarse de tan aterrador suceso, una voz pasiva que te anuncia sin escrúpulos: “Ha muerto tu amigo.” 

Aquí jugando. Esta vez con zapatos.
Crecí juntamente con Duván, en el barrio del cual estoy orgulloso, en El Parque desgreñado y olvidado de mi antiguo escrito, en medio de la gente acogedora y amable que brota de aquí. En medio de todo me crié, sobretodo en medio de él y él en medio mío. Recuerdo, de Jumanji, las veces que jugamos fútbol a pies descalzos en el Parqueadero, sin importar las incontables vejigas, de sangre y de agua, que nos salían a causa del pavimento ardiente; y otras más que jugamos a Herradura, en el famoso Parque que nos vio divertirnos, pateando un balón hacia un arco improvisado que, a la postre, no era más que los palos donde se cuelgan los columpios, ¡Qué infancia! y otras tantas que lo hicimos en Los Betos, que hoy en día lleva el nombre de Duván Jesús Liñán Valdés, en su honor. 

Del Profeta, que es otro de sus seudónimos, recuerdo también la vez que me dio la noticia de que estaba jugando en la Autónoma F.C. y que me alegré tanto, incluso más que él porque me da gusto ver triunfar a mis amigos, y la vez que me invitó a verlo jugar la final del inter colegiado en el Metropolitano, en el que quedó campeón, y le gritaba desde la tribuna “campeón, mijito, campeón” y que me extendía la copa desde la cancha como si también yo hiciera parte de ella, como si la hubiese sudado a la par de ellos y la hubiese hecho mía. Pero no, yo no hacía parte de ella, yo hacía parte de él, eso fue lo que me dio a entender al hacerme tan semejante gesto. 

¡Duván eterno!
También, dentro de todo esto, busqué en lo recóndito de mi mente y me hallé con el recuerdo del día que me dijo: “Mani, ¿nos has escrito más?”; y que le manifesté que no había tenido tiempo por la Universidad y que me respondió que cuando lo hiciera le avisara para leerme y que no lo hice porque se me olvidó. Ojalá haya tenido tiempo, algún día, de hacerlo; así como cuando le regalé lo primero que escribí y que lo llevó a su colegio para que su profesora lo viera (debo admitir que su gesto me hizo sentir muy halagado) y que le habló de mí a su novia aun cuando yo era un don nadie para ella, y para muchos, pero para él... para él yo tenía importancia, por lo menos así me lo demostró. Tanta como él la tenía para mí, aunque yo, por mi naturaleza, no la hiciera tan notoria; y bueno, eso se debía a otros temas. Gracias, amigo, por valorar mis letras plasmadas en un papel, por hacerme sentir el García Márquez de Las Moras pero, sobre todo, gracias por hacerme sentir tan bien el tiempo que estuve, o que estuviste, a mi lado. ¡Hay quienes dirán que escribo en vano porque no me leerá, pero yo sé que sí lo hace! O, por lo menos, dejo entrever algunas cosas que me unieron, o me unen, a él para que el mundo lo sepa. ¡Ya son muchos días sin su presencia! ¡Ya el fútbol no tiene la misma esencia! ¡Lo extraño! ¡Duván eterno! 

Nuestro último partido juntos.
De Pumbo puedo recordar muchas cosas, tantas que no terminaría nunca de escribir esto, tantas que no habría las suficientes lágrimas en mis ojos para derramar, demasiadas que me invaden la mente noche a noche al acostarme en el lecho. Y pienso entonces, ¿Qué se hace ante el soplo inesperado de la muerte? Y, ¿qué se hace cuando ya no estás? Sólo llorarte con dolor profundo, con el vacío de un viejo amor de amistad que hoy se convierte en tristeza, en sufrimiento y en desespero. Su partida me ha dejado frío, aún no creo que sea cierto, a veces pienso que la vida es injusta hasta cierto punto, a veces creo que debió vivir por muchos años más. Duván, amigo, ya no podré tenerte más a mi lado pero nos veremos un día en el cielo para jugar todos los partidos del mundo. ¡Hoy dueles, pero siempre serás el mejor! 

Ahora me hallo sentado en la terraza de mi casa junto a Mai, con ropa cómoda como de costumbre, ella está a la expectativa de su baile de Prom, ya casi le arreglan el cabello, cuando llega a mis oídos la desgarradora noticia. Unos días antes mi amigo había sufrido un accidente automovilístico que lo condujo a donde hoy, sin miedo a equívocos, está: bajo el cuidado eterno del Padre Celestial. Corro de inmediato a las casas vecinas, casi que importándome nada, me confirman lo que hubiese querido que fuera una mentira, vuelvo a casa y tomo asiento y caigo en llanto mientras que Mai me acaricia suavemente la cabeza y seca mis lágrimas, me da un abrazo. No hay nada ni nadie que me pueda consolar, prendo la computadora y me pongo a ver sus fotos, mis ojos se vuelven un mar de lágrimas, mi corazón ha sido destruido en milésimas de segundos, la piel se me eriza, no lo admito, no lo asimilo. Jamás lo he asimilado. ¡Si ayer estábamos tan bien por qué hoy no te podré ver más! De modo que éstas son y serán las memorias de mi hombre eterno. Y eres eterno porque vivirás por siempre en mi recuerdo, en mi mente, en mi corazón.

Un trapo en honor a la amistad. 
Los 31 de mayo ya no serán los mismos, sin duda, ahora los recordaré con una alegre tristeza.

miércoles, 30 de abril de 2014

AMORES ENCONTRADOS

"Es sensible al generoso afecto
Que emana del perro y que se dirige a él.
De manera arbitraria e incondicionalmente
Es él quien ha sido adoptado;
El perro daría la vida por él, y eso lo sabe".
Desgracia, Coetzee.

Puedo recordar con facilidad la fecha en que a mi hermana se le metió la locura de marcharse a Venezuela con su marido: un 23 de marzo del 2007. Para entonces yo tenía 14 años de edad y menos problemas que ahora, mi hermana estaba menos gorda y mi mamá mucho más delgada. Ese día, que no logro hallar en mi mente una imagen exacta de cómo fue, Karen se presentó, además que con maletas y lágrimas en los ojos, con un perro de aproximadamente 2 meses y de una raza desconocida. Al principio pensamos que era un Rottweiler por su color negro y sus manchas amarillentas justo donde éstos las tienen; esa opción hubo que descartarla porque esa raza de perros no es tan peluda. Después, optamos por pensar que se trataba de un Chow Chow pero no era así porque su lengua no era morada. Lo cierto es que lo adoptamos con el mejor de los cariños, como se les había adoptado a los anteriores, y le brindamos un lugar en la familia.
Aquí con Koky
Aquí con Koky más cachorro

Koky, como decidí ponerle de una manera arbitraria y sin que nadie me lo pidiera, creció creyendo que éramos sus dueños de toda su vida, aunque no lo fuéramos. Siempre fue juguetón, irresponsable, dañino e hiperactivo, pero así lo quisimos, por encima de todo lo que hace un perro cuando está cachorro. Ahora tiene 7 años con nosotros y se ha vuelto una parte indispensable de la casa y de nuestros corazones, se ha convertido en el hijo que aún no tengo, en el amigo ideal; y me recuerda al Jesús de Nazareth cuando me es fiel, cuando me perdona con facilidad si lo regaño y cuando está siempre ahí. De los perros que he tenido éste es al que más voy a recordar, tal vez, porque ahora tengo más memoria que antes y razono más, porque ahora tengo un conocimiento más amplio de lo que es el amor, de lo que es la fidelidad, de lo que es un perro.

Muñe cuando pequeña
Aquí con Muñe cuando pequeña
También pienso hablarle de Muñeca. Sí, de Muñeca, ¿no la conoce? Es mi perra; tengo una pareja de canes locos que dan felicidad, ambos negros, sólo que ella tiene el pelo crespo, por ser de raza French Poodle, y él liso por ser de la raza que desconozco. Muñe, como le digo de cariño, llegó a casa de una manera extraña: la tía de mi amigo Víctor, que tiene gran corazón como yo y recoge a todos los perros que ve por las calles, la halló perdida en una carretera desolada, con cara de temor y casi muriéndose de hambre, la trajo a la casa del gordo y la dejó por unos días. Después, al ver que no se podía quedar ahí y que en mi casa tampoco, decidimos venderla pero no se pudo porque ya estaba grande. Mi mamá se enamoró de la perra y ahora está aquí hace cuatro años. Debo admitir que Koky estuvo celoso un tiempo pero luego se acostumbró y hasta se enamoró.

Es gratificante tener en casa dos hermosuras que me brincan hasta el pecho como queriéndome dar un beso, que mueven sus rabos de un lado a otro y ladran cuando me ven, que corren toda la sala y lamen mis manos de emoción, que me salen al encuentro y tengo que agarrarme de las rejas para que no me tumben. Eso es gratificante para mí.

Muñe es más tierna que Koky, no sé si es por el género, por la raza o porque ya el perro está viejo y agotado de la vida. Si a ella la amo a Koky lo adoro; aunque ambos, para mí, tienen una gran significación en mi vida. Y podría escribir millones de cosas sobre ellos, las mordidas que me han dado, la veces que hemos jugado, los problemas en los que me han metido, la lucha que han dado, sobretodo Muñeca que hay que ponerle pañales cada vez que está en calor, pero sólo me interesa plasmar en este escrito que mi alegría sobreabunda cuando los veo, que mi corazón se entristece cuando pienso que algún día no estarán y entonces, ¿quiénes serán sus reemplazos? Creo que no los habrá, sólo me tocará llevar sus recuerdos plasmados en mi piel, porque si he de tatuarme nuevamente serán ellos los elegidos, sólo me resignaré al amargo recuerdo de unos amores encontrados.

viernes, 21 de marzo de 2014

HUELLAS IMBORRABLES

   
Tatuaje expuesto en El Laguito/Cartagena de indias. 

Aquel día que pensé en tatuarme, o en rayarme el cuero, como dicen algunos, sentí miedo porque, debo admitirlo, le temo un poco a las agujas. Esto ya hace unos años. Recuerdo que David me dijo que me recomendaba que me lo hiciera cuando estuviera bien con Dios y que decidí escuchar su consejo, muy a pesar de mis ansias locas, no por temor a las opiniones de las gentes, sino, más bien, porque pensé que era lo más conveniente en el momento. Debo reconocer que nunca me ha importado lo que las personas digan o dejen de decir.

Pasó el tiempo y yo seguía con la rasquiñita del tattoo, hasta que un 22 de enero del presente año (2014) me decidí por completo; tiré al suelo mi miedo, le pegué una patada en las nalgas y me tatué. Me importó el qué dirán, mandé a la mierda a los que me criticaron, les argumenté que un tatuaje no da cuenta de lo que es una persona, que ni siquiera eso determina lo bueno o lo malo que puede llegar a ser, que me dejaran en paz porque yo no tenía remordimiento de conciencia; y eso hicieron, ya nadie me dice nada, creo que se resignaron a lidiar con la personalidad de alguien a quien no conocen lo suficiente. Sí, se dieron por vencidos al saber que no soy drogadicto ni delincuente por llevar un nombre en mi espalda. Un nombre que es muy significativo para mí, el nombre de la persona por quien lo daría todo, incluso mi vida si fuera necesario, el nombre de mi madre.

Para los que no saben, mi mamá lo es todo: es madre y mi padre, es quien me sustenta, es quien me ayuda con los gastos académicos, esto para mencionar algunas cosas de lo que ella es, y es quien me apoya las locuras, como ésta. Así que, para los que se preguntan por qué es el nombre de Gladys el que llevo estampado en mi piel y no otra cosa, ya tienen la respuesta. No es sólo por ser mi madre, porque el amor no es obvio.

Hoy puedo recordar las palabras textuales de mi mamá cuando me decía "Te quedó hermoso, flaqui" y la llamada desde Venezuela de mi hermana Karen (que ya está tatuada) diciéndome "Mira mijo, te quedó bacano, ahora que vaya a Colombia me hago otro con el nombre de mi mamá y uno con el de mi abuela", cosa que no ocurrió por cuestiones monetarias, y mi prima Mary que me dijo que estaba genial, y la que es más evangélica que yo planteándome que Dios me iba a pedir cuentas de eso porque a Él no le agradaban los tatuajes (irónico pensar por Dios), que mirara lo que hacía y que cuidara mi salvación, como si la salvación fuera por obras y no por gracia, como si dependiera de mí y no de Dios; y mis amigos con la locura de querer tatuarse y las palabras de otro diciéndome que mi madre debía estar desilusionada, que ese no era el mejor regalo, y que yo le respondí que no era un regalo para ella sino uno para mí porque era un orgullo llevar la transcendencia lexical en mi piel horadada como escribió David en su blog, porque me llena de alegría llevar el símbolo de mi paradigma como una cicatriz amorosa, como ese pacto de sangre y piel que me une más a ella, más a su pasión y más a su entrega. Ahora me dan risita aquellas afirmaciones porque hasta ella tiene, en su WhatsApp, la foto de su nombre en mi cuerpo.

Si bien, hay cosas que dejan huellas, o marcas, en el corazón: palabras necias dichas por ignorantes, libros extraordinarios que quieres volver a leer, amores frustrados que hacen llorar, un te amo farsante o una sonrisa hipócrita; pero yo me quedo con mi huella hecha de tinta y que no hace daño al corazón, me quedo con la del dolor momentáneo y no con las del eterno, con la misma que queda para siempre y es sinónimo de jolgorio. Hoy aborrezco las huellas imborrables que hacen daño al alma y recibo con gratitud las que tienen una significación en mi vida.

sábado, 11 de enero de 2014

PESADILLA FELIZ

Mariana se despertó con la extraña sensación de que algún individuo se hallaba espiando su casa. De inmediato, en medio de la oscuridad, corrió a cerrar la puerta de la habitación donde, muy cómodamente, reposaba su cuerpo. Eran las cuatro de la mañana de un martes 4 de febrero cuando de repente abrió los ojos porque sintió varios pasos. Se asustó demasiado. Luego de haber pasado casi una hora sentada en la cama y arropada por completo, rompió su temor y corrió hacia la cocina donde, con ansias y decidida a cualquier cosa, tomó un cuchillo por el mango y se puso en la tarea de buscar al ladrón. 

Las piernas le temblaban, el corazón lo tenía acelerado, pensaba en cómo realizar el crimen, en cómo lo sacaría de la casa sin que nadie lo notara y hasta llegó a pensar en hacerlo pedazos y meterlo en bolsas negras; pero lo cierto es que ya las manos no querían seguir empuñando aquel objeto cortopunzante, estaba fría, pálida y derramaba lágrimas por sus ojos. Temía que su vida acabara justo ahí, en su casa, en el día más especial de su vida, en el ambiente taciturno de aquella madrugada sin fin. 

La búsqueda continuaba mientras avanzaba el reloj, el tic, tac, aumentaba el suspenso. Entró al baño y no había nadie, a la habitación continua y tampoco, el patio estaba solitario. Ahora era mayor la preocupación porque no encontraba a sus parientes, aunque supuso que habrían salido a hacer deportes como algunas veces. De repente, cuando tomó la decisión de volver al lecho y dormir, de terminar con la misión fallida y que creyó imaginarse, percibió un sonido de un papel en la sala. Cautelosamente, como los leones cazan a su presa, tomó ese rumbo y al encender la luz hubo gritos al unísono que la dejaron perpleja e impresionada. Su familia ahora le decía: 

-¡Feliz cumpleaños!-