martes, 29 de julio de 2014

MEMORIAS DE UN HOMBRE ETERNO

"La muerte es 
Una tediosa experiencia; 
Para los demás, sobre todo 
Para los demás." 
Lunes 18 de febrero. La Tregua. 


Sábado 31 de mayo de 2014. Un día para no olvidar. Los 31 de mayo siempre han sido días en los cuales me alegro yendo a celebraciones de cumpleaños, jugando algún deporte o juego de mesa con mis amigos, o haciendo cualquiera otra actividad de mi vida cotidiana. Esta fecha, aunque alegre por un lado, no saldrá de mi mente jamás, ni siquiera volviendo a nacer. 

Ese día, en el que yo debí estar contento y con una sonrisa en mi boca, no conseguí hacerlo; al contrario, sentí aquel duelo inevitable entre el dolor y la alegría donde el primero se impuso con gran ventaja ante el segundo, y vi oscurecer la tarde mientras mi corazón se arrugaba por el lamento. Recuerdo que para entonces ya estaba comprometido con un baile en un teatro cualquiera para presentar la Promoción de Mai, mi niña, y ya no podía dar marcha atrás. Claro, esta no fue la razón por la cual no me regocijé con una buena salsa, un pudín, un gorro de cono, y un montón de confetis en mi cabeza, no. Hubo algo más, una noticia que nadie quiere escuchar, una voz que a veces se quiere callar a la fuerza para nunca tener que enterarse de tan aterrador suceso, una voz pasiva que te anuncia sin escrúpulos: “Ha muerto tu amigo.” 

Aquí jugando. Esta vez con zapatos.
Crecí juntamente con Duván, en el barrio del cual estoy orgulloso, en El Parque desgreñado y olvidado de mi antiguo escrito, en medio de la gente acogedora y amable que brota de aquí. En medio de todo me crié, sobretodo en medio de él y él en medio mío. Recuerdo, de Jumanji, las veces que jugamos fútbol a pies descalzos en el Parqueadero, sin importar las incontables vejigas, de sangre y de agua, que nos salían a causa del pavimento ardiente; y otras más que jugamos a Herradura, en el famoso Parque que nos vio divertirnos, pateando un balón hacia un arco improvisado que, a la postre, no era más que los palos donde se cuelgan los columpios, ¡Qué infancia! y otras tantas que lo hicimos en Los Betos, que hoy en día lleva el nombre de Duván Jesús Liñán Valdés, en su honor. 

Del Profeta, que es otro de sus seudónimos, recuerdo también la vez que me dio la noticia de que estaba jugando en la Autónoma F.C. y que me alegré tanto, incluso más que él porque me da gusto ver triunfar a mis amigos, y la vez que me invitó a verlo jugar la final del inter colegiado en el Metropolitano, en el que quedó campeón, y le gritaba desde la tribuna “campeón, mijito, campeón” y que me extendía la copa desde la cancha como si también yo hiciera parte de ella, como si la hubiese sudado a la par de ellos y la hubiese hecho mía. Pero no, yo no hacía parte de ella, yo hacía parte de él, eso fue lo que me dio a entender al hacerme tan semejante gesto. 

¡Duván eterno!
También, dentro de todo esto, busqué en lo recóndito de mi mente y me hallé con el recuerdo del día que me dijo: “Mani, ¿nos has escrito más?”; y que le manifesté que no había tenido tiempo por la Universidad y que me respondió que cuando lo hiciera le avisara para leerme y que no lo hice porque se me olvidó. Ojalá haya tenido tiempo, algún día, de hacerlo; así como cuando le regalé lo primero que escribí y que lo llevó a su colegio para que su profesora lo viera (debo admitir que su gesto me hizo sentir muy halagado) y que le habló de mí a su novia aun cuando yo era un don nadie para ella, y para muchos, pero para él... para él yo tenía importancia, por lo menos así me lo demostró. Tanta como él la tenía para mí, aunque yo, por mi naturaleza, no la hiciera tan notoria; y bueno, eso se debía a otros temas. Gracias, amigo, por valorar mis letras plasmadas en un papel, por hacerme sentir el García Márquez de Las Moras pero, sobre todo, gracias por hacerme sentir tan bien el tiempo que estuve, o que estuviste, a mi lado. ¡Hay quienes dirán que escribo en vano porque no me leerá, pero yo sé que sí lo hace! O, por lo menos, dejo entrever algunas cosas que me unieron, o me unen, a él para que el mundo lo sepa. ¡Ya son muchos días sin su presencia! ¡Ya el fútbol no tiene la misma esencia! ¡Lo extraño! ¡Duván eterno! 

Nuestro último partido juntos.
De Pumbo puedo recordar muchas cosas, tantas que no terminaría nunca de escribir esto, tantas que no habría las suficientes lágrimas en mis ojos para derramar, demasiadas que me invaden la mente noche a noche al acostarme en el lecho. Y pienso entonces, ¿Qué se hace ante el soplo inesperado de la muerte? Y, ¿qué se hace cuando ya no estás? Sólo llorarte con dolor profundo, con el vacío de un viejo amor de amistad que hoy se convierte en tristeza, en sufrimiento y en desespero. Su partida me ha dejado frío, aún no creo que sea cierto, a veces pienso que la vida es injusta hasta cierto punto, a veces creo que debió vivir por muchos años más. Duván, amigo, ya no podré tenerte más a mi lado pero nos veremos un día en el cielo para jugar todos los partidos del mundo. ¡Hoy dueles, pero siempre serás el mejor! 

Ahora me hallo sentado en la terraza de mi casa junto a Mai, con ropa cómoda como de costumbre, ella está a la expectativa de su baile de Prom, ya casi le arreglan el cabello, cuando llega a mis oídos la desgarradora noticia. Unos días antes mi amigo había sufrido un accidente automovilístico que lo condujo a donde hoy, sin miedo a equívocos, está: bajo el cuidado eterno del Padre Celestial. Corro de inmediato a las casas vecinas, casi que importándome nada, me confirman lo que hubiese querido que fuera una mentira, vuelvo a casa y tomo asiento y caigo en llanto mientras que Mai me acaricia suavemente la cabeza y seca mis lágrimas, me da un abrazo. No hay nada ni nadie que me pueda consolar, prendo la computadora y me pongo a ver sus fotos, mis ojos se vuelven un mar de lágrimas, mi corazón ha sido destruido en milésimas de segundos, la piel se me eriza, no lo admito, no lo asimilo. Jamás lo he asimilado. ¡Si ayer estábamos tan bien por qué hoy no te podré ver más! De modo que éstas son y serán las memorias de mi hombre eterno. Y eres eterno porque vivirás por siempre en mi recuerdo, en mi mente, en mi corazón.

Un trapo en honor a la amistad. 
Los 31 de mayo ya no serán los mismos, sin duda, ahora los recordaré con una alegre tristeza.